
Recientemente traíamos a colación a Ernest Ansermet cuando hacíamos referencia en otra entrada a su célebre grabación del Petrouchka de Stravinsky. Corresponde hoy celebrar la que sin duda es una de las mejores versiones registradas en disco de la Quinta de Beethoven. Dominio del tiempo, rigor en todos los pasajes y fidelidad al espíritu de la obra no son incompatibles en Ansermet con grandes dosis de impulso musical, espectacularidad constante y sentido de la escena. Con esto quiero decir que, a mi entender, el maestro suizo no se encuentra -como algunos se han empeñado y se empeñan todavía en afirmar- en el lado opuesto a la visión grandiosamente académica de Beethoven, encarnada en la figura de Furtwängler, a quien por otra parte admiro y reconozco cuantos méritos se le quieran atribuir. Mas bien lo que sucede es que Ansermet quiso y pudo construir una orquesta, la OSR, a la medida de sus principales inquietudes en el terreno estético, o sea, desarrollar un repertorio contemporáneo amplio -eso si, dentro de lo tonal- y revigorizar elementos significativos del repertorio clásico sobre la base de un trabajo meticuloso, casi artesanal. Es sabido que a este profesor de matemáticas convertido en músico debemos muchas de las interpretaciones y grabaciones memorables de artistas del siglo XX, pero también, como así lo atestigua esta magnífica Quinta -destacable en su matizada modernidad, aunque las de Cluytens y Carlos Kleiber conciten a día de hoy un mayor interés-, también algunas de compositores que les precedieron en el tiempo. Es el caso de este registro sonoro, que se completa con una interpretación vibrante de la obertura de Egmont, un coupling de la Quinta que terminaría con el tiempo por convertirse en recurrente dentro del catálogo beethoveniano de los sellos discográficos.

La carpeta que ilustra la entrada corresponde a un prensaje español de la grabación monoaural (LXT 5525) que presenta la particularidad de utilizar la misma imagen que aparece en una grabación estéreo posterior, la inglesa SXL 2003. Se trata de la máscara mortuoria del propio Beethoven, coronada de laureles, a la que el fotógrafo añadió un inquietante claroscuro, circunstancia que, mucho me temo, hubo de espantar en su época a más de un potencial comprador del disco.
La calidad de la grabación y de la copia son superlativas. Pleno de dinámica, brillo y definición, la distorsión percibida en este disco es mínima, al menos cuando se reproduce a través de un amplificador de la época, con la cápsula del tocadiscos puenteada en mono y equipada con una aguja de 0,0007. El sonido sigue siendo sorprendente incluso con aguja moderna de 0,0005 y sin puenteo, tan solo poniendo el switch en mono, en especial si se conecta el plato a un amplificador de válvulas.
¿Dónde se puede encontrar este disco además de en casa de un servidor? Pues bien, al margen de los mercadillos y tiendas de discos usados en los que, de vez en cuando, se topa uno con algún disco interesante, tan sólo he podido localizar versiones digitalizadas de la grabación estéreo, algo posterior y, en mi opinión, un poco menos convincente que la monoaural que he comentado. Una está disponible en YouTube, con la calidad que se puede esperar: [Primer y Segundo movimientos] [Tercer y Cuarto movimientos]. Una copia más fiel al original puede ser obtenida mediante descarga aquí
Pros: La audición de este disco contribuye a deshacer la idea preconcebida de que las grandes piezas sinfónicas del repertorio clásico no casaban con el gusto por lo moderno de Ansermet y la OSR.
Contras: Quienes hilan más fino dicen reconocer fallos en el timbre de algunos instrumentos, aunque la opulencia del conjunto debería envolver en su majestuosidad al más puntilloso de los oídos.
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