Quienes tengan interés por recorrer las notas y comentarios que sobre este álbum circulan por esas páginas especializadas que todos conocemos podrá comprobar que, en términos generales, las opiniones allí vertidas no son muy positivas. La objeción principal que suele hacerse reside en el relativo alejamiento del canon estricto del folk revival que Peter Paul & Mary fueron experimentando a partir del long playing que precedió a éste, Album 1700. Un alejamiento que se confirma en Late Again merced a la introducción de instrumentos eléctricos en algunas pistas y la presencia creciente de arreglos de corte pop que, en opinión de los puristas, no hacen más que afear el conjunto sin aportar gran cosa al resultado final.
No soy de los que piensan que la electrificación de Dylan en el festival de Newport de 1965 marcara un antes y un después definitivos en la escena folk. Al contrario, considero que con su atrevido movimiento el genio de Minnesota ayudó a que el folk llegara a a un público más amplio, dotando al mismo tiempo al rock de un nuevo vocabulario y de unas nuevas formas que terminaron por convertirle en la principal tendencia musical de finales del siglo XX. Por ello, centrándonos en el disco que hoy nos ocupa, tiendo a creer que lo que PP&M trataron de hacer con Late Again fue superar el incipiente descenso de popularidad experimentado tras la publicación de Album 1700 mediante una relativa “puesta al día” de su sonido. Ello no sólo supuso una evolución desde el puro acompañamiento acústico hacia una moderada presencia de lo eléctrico, sino que también se quiso enriquecer el trabajo a través de la inclusión de arreglos y percusión pop que buscaban enlazar con la corriente imperante, con el fin de hacer más comercial el producto. Todo ello no impide que las armonías vocales de PP&M sigan siendo exquisitas -con una Mary sencillamente extraordinaria- situando al grupo neoyorquino por encima de la mayoría de sus contemporáneos. Algo que resulta más que impresionante ya que estamos en 1968, todavía en la década de los sesenta, cuando las armonías vocales alcanzaron su máximo esplendor dentro de la música popular. En efecto, pocos conjuntos vocales pueden rivalizar con el que formaban estos tres astros de la música. Elegancia, finura, clase... mezcladas con altas dosis de intensidad, de emoción, de autenticidad... Un trío superlativo de voces que en este disco debería complacer a todos –puristas y menos puristas- puesto que PP&M es uno de los escasos conjuntos vocales modernos cuya extraordinaria carrera artística ha corrido pareja con un indiscutible éxito comercial.
Volviendo a los críticos guardianes de la ortodoxia, ¿porqué no se centran estos folkies talibanes en aplicar sus acerbas reconvenciones a los artistas que se atollaron en el lodazal de los setenta, mostrando al mundo la triste realidad en qué terminó desembocando su adorado folk revival? Porque aquel movimiento denominado por sus apologistas contracultura, el de la canción protesta que no protestaba más que contra unos olvidándose por completo de los otros, el de las letras antibélicas que pagaban mansiones en las colinas de Los Ángeles, el de los comunistas de pacotilla que aceptaban gustosos la pasta de papá para irse de festivales, el de las comunas de mentirijillas en las que nadie agarró nunca una azada más que para hacerse la foto..., aquel movimiento pretendidamente idealista, terminó justamente en todo lo contrario... Efectivamente, si sociológica y políticamente todo acabó con una sociedad americana completamente dividida, a la que el el Watergate, el interregno de Gerald Ford y el horroroso mandato de Jimmy Carter terminaron de fragmentar, desde el punto de vista musical la cosa no fue mucho mejor. De manera muy especial por lo que respecta a los herederos del folk, cantautores más o menos dotados que tras unos magníficos comienzos terminaron hundiendo sus canciones en el sumidero del "vulgar" soft rock: James Taylor, Cat Stevens, Janis Ian, Joni Mitchell y mis venerados Crosby, Stills & Nash –por citar tan solo algunos- se vieron forzados a principios de los setenta a transitar por terrenos más comerciales dejándose por el camino, como es lógico, buena parte de su frescura y su autenticidad. Critíquese, por tanto, a todos estos y déjese en paz a quienes elevaron al folk revival hasta cumbres nunca vistas, gracias a la fuerza de sus voces y a la calidad de sus melodías y de sus letras. Por favor, autoproclamados señores guardianes de las esencias del folk, no sean tan hipócritas y dejen simplemente que las nuevas generaciones de aficionados a la música descubran sin su ayuda el folk de los sesenta, para que mañana -como hoy, como ayer- ellos puedan disfrutar, tanto como yo lo estoy haciendo en este instante, de este Late Again de los fabulosos Peter, Paul & Mary.
No soy de los que piensan que la electrificación de Dylan en el festival de Newport de 1965 marcara un antes y un después definitivos en la escena folk. Al contrario, considero que con su atrevido movimiento el genio de Minnesota ayudó a que el folk llegara a a un público más amplio, dotando al mismo tiempo al rock de un nuevo vocabulario y de unas nuevas formas que terminaron por convertirle en la principal tendencia musical de finales del siglo XX. Por ello, centrándonos en el disco que hoy nos ocupa, tiendo a creer que lo que PP&M trataron de hacer con Late Again fue superar el incipiente descenso de popularidad experimentado tras la publicación de Album 1700 mediante una relativa “puesta al día” de su sonido. Ello no sólo supuso una evolución desde el puro acompañamiento acústico hacia una moderada presencia de lo eléctrico, sino que también se quiso enriquecer el trabajo a través de la inclusión de arreglos y percusión pop que buscaban enlazar con la corriente imperante, con el fin de hacer más comercial el producto. Todo ello no impide que las armonías vocales de PP&M sigan siendo exquisitas -con una Mary sencillamente extraordinaria- situando al grupo neoyorquino por encima de la mayoría de sus contemporáneos. Algo que resulta más que impresionante ya que estamos en 1968, todavía en la década de los sesenta, cuando las armonías vocales alcanzaron su máximo esplendor dentro de la música popular. En efecto, pocos conjuntos vocales pueden rivalizar con el que formaban estos tres astros de la música. Elegancia, finura, clase... mezcladas con altas dosis de intensidad, de emoción, de autenticidad... Un trío superlativo de voces que en este disco debería complacer a todos –puristas y menos puristas- puesto que PP&M es uno de los escasos conjuntos vocales modernos cuya extraordinaria carrera artística ha corrido pareja con un indiscutible éxito comercial.
Volviendo a los críticos guardianes de la ortodoxia, ¿porqué no se centran estos folkies talibanes en aplicar sus acerbas reconvenciones a los artistas que se atollaron en el lodazal de los setenta, mostrando al mundo la triste realidad en qué terminó desembocando su adorado folk revival? Porque aquel movimiento denominado por sus apologistas contracultura, el de la canción protesta que no protestaba más que contra unos olvidándose por completo de los otros, el de las letras antibélicas que pagaban mansiones en las colinas de Los Ángeles, el de los comunistas de pacotilla que aceptaban gustosos la pasta de papá para irse de festivales, el de las comunas de mentirijillas en las que nadie agarró nunca una azada más que para hacerse la foto..., aquel movimiento pretendidamente idealista, terminó justamente en todo lo contrario... Efectivamente, si sociológica y políticamente todo acabó con una sociedad americana completamente dividida, a la que el el Watergate, el interregno de Gerald Ford y el horroroso mandato de Jimmy Carter terminaron de fragmentar, desde el punto de vista musical la cosa no fue mucho mejor. De manera muy especial por lo que respecta a los herederos del folk, cantautores más o menos dotados que tras unos magníficos comienzos terminaron hundiendo sus canciones en el sumidero del "vulgar" soft rock: James Taylor, Cat Stevens, Janis Ian, Joni Mitchell y mis venerados Crosby, Stills & Nash –por citar tan solo algunos- se vieron forzados a principios de los setenta a transitar por terrenos más comerciales dejándose por el camino, como es lógico, buena parte de su frescura y su autenticidad. Critíquese, por tanto, a todos estos y déjese en paz a quienes elevaron al folk revival hasta cumbres nunca vistas, gracias a la fuerza de sus voces y a la calidad de sus melodías y de sus letras. Por favor, autoproclamados señores guardianes de las esencias del folk, no sean tan hipócritas y dejen simplemente que las nuevas generaciones de aficionados a la música descubran sin su ayuda el folk de los sesenta, para que mañana -como hoy, como ayer- ellos puedan disfrutar, tanto como yo lo estoy haciendo en este instante, de este Late Again de los fabulosos Peter, Paul & Mary.
© Altés, 2018
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